Al concluir sin corsos un nuevo carnaval, damos lugar a la imaginación para dar vida a una de las celebraciones más populares y tradicionales junto a un cultor y luchador incansable de las fiestas carnestolendas.
Es martes de carnaval. Faltan horas para que expire un nuevo reinado del Dios Momo. Acariciados por el sol nos encontramos con Héctor Omar Díaz “Fumique”, en la tienda donde pasa sus días, muy cerca de la plaza Italia, el paseo que concentró su añorada comparsa en vísperas de las fiestas carnestolendas.
A falta de pan buenas son las tortas, no hay corsos en Pehuajó pero el recuerdo y ka imaginación, permite revivirlos y sentirlos con similar intensidad.
Lejanos tiempos en el barrio Belgrano, su amado barrio, donde cultivó e inculcó a los pibes su afecto por el fútbol y las comparsas carnestolendas. Desde niño se sintió identificado con las comparsas. Soñaba con formar una. Y lo logró, con escasos recursos económicos pero con desbordante entusiasmo.
La llamó “Los chicos del arrabal”, simplemente porque la mayoría eran niños y adolescentes. Animaron durante años los corsos barriales y oficiales de Pehuajó, Llevaron su mensaje de danzas, destreza, color y alegría a numerosos pueblos y ciudades de la región.
“Mi comparsa siempre fue bailadora de candombe. Entraban bailando y se iban bailando”, no se cansa de repetir Fumique y la satisfacción de inculcar por sobre todas las cosas el respeto y la educación. “El respeto por la gente y la gente por la comparsa. Nunca peleamos con nadie. Y al final de cada corso bailábamos juntos con todas la comparsas que hubiera”.
Un puñado de viejas fotos alimentan la nostalgia. Se emociona y con espontánea naturalidad exclama: “Los chicos y la comparsa, como los chicos del fútbol, son mi vida, con ellos voy a morir”.
Y un recuerdo trae otro. Hay varios inolvidables, como la distinción lograda cuando “Los chicos del arrabal” participaron en Capital Federal, en los tradicionales corsos de la Avenida de Mayo. La habilidad y entrega del recordado “Juri Juri”, que llevaba la comparsa en el corazón y no paraba de bailar jamás. Contagiaba al público.
Cuando alguien se propone algo lo logra. Y si de ingenio y sueños se trata mucho mejor:
En pocas horas más, llagará la quema del Rey Momo y comenzará el miércoles de cenizas. Ahí están Fumique y sus chicos acompañando la quema. Redoblan los tamboriles. La batucada estremece. Los bailarines multiplican sus movimientos. Habrá que esperar un año, buen tiempo para repensar ritmos, vestuario y plumaje. Una llama sigue encendida, con color de carnaval: Fumique y sus chicos del arrabal.
Distintos momentos de la comparsa "Los Chicos del Arrabal" |
Héctor Díaz "Fumique", frente a su tienda, en calle Echeverría entre Varela y Gutiérrez. |