“Vergüenza debiera dar buscar un día en el año para honrar a la madre”, escribió un juglar español. El mismo sentimiento es válido para el padre, los abuelos, los hermanos, los niños, la familia...
¿Por qué determinar un día en el almanaque para cada uno? ¿Por qué no hacerlo todos los días..? Alejado de toda pretensión comercial o calculo especulativo bienvenido sea para reflexionar, que siempre hace bien.
Todos alguna vez hemos dicho ¡Qué lindo volver a ser niño! Y más de una vez hemos pensado, ¡qué suerte tienen los chicos que viven sin problemas!
Y los adultos, alguna vez, nos hemos elevado por sobre el mundo de los niños, a veces incomprensible, a veces asombroso, pero siempre puro y verdadero.
Bienvenida la fecha para decir que no siempre comprendemos la niñez ajena y lo poco que recordamos y valoramos la nuestra, haya sido como haya sido. Acordemos que para comprender a un niño hay que ser otro niño. O al menos, parecerse mucho...
Ser niño es creer en la gente...
Es vivir en el mundo más puro que existe...
Es creer que una flor tiene alma...
Es conversar con los bichitos de luz...
Es soñar con montañas de helado y casas de chocolate...
Es no tener miedo a las sombras hasta que los adultos hablan del “cuco”...
Es comer caramelos y llenarse de dulce por dentro y por fuera...
Es romper la muñeca jugando al “doctor”...
Es no conocer el valor de eso que llaman dinero y por el cual los grandes discuten...
Es mirar al mundo por un cristal rosa...
Es creer que lo malo no existe o no importa...
Es gozar de las cosas con doble sentido...
Es encontrar el auténtico sentido de la vida...
Es estar, como nunca, más cerca de Dios...
Por eso, en este mundo complicado y absurdo, ser niño pareciera ser algo incomprensible para muchos adultos.
Por eso, que vale la pena decir, y por qué no gritar: ¡Qué lindo volver a ser niño! si cada día nos alejamos más de todo lo bueno, lo simple, lo bello y lo puro...
¡Qué lindo volver a ser niño!
chicofeo52@hotmail.com