Antonio Cipolla (86) nos dejó el pasado 21 de octubre y Elfia Sarraile (87), el 27 del mismo mes. Casi seis décadas juntos por la vida. Nada les fue fácil, padecieron adversidades de toda índole, pero siempre salieron adelante. Siempre juntos.
Se conocieron cuando eran estudiantes en la universidad de Rosario. Ella misionera de Posadas, y él pehuajense. Ella estudiaba farmacia; él, medicina. El encuentro fue en un baile estudiantil. Antonio estaba sentado en una mesa, “muy bien peinado, pero triste”, decía Elfía. “A mí me gusta bailar. Entonces voy y lo despeino todo. Y lo invité a bailar. Ahí empezó la historia”.
“El noviazgo nuestro nunca fue –decía Antonio- porque cuando no sentábamos a hacer el novio teníamos un libro al lado: yo de medicina y ella de farmacia”. Pero el romance no se interrumpió. Elfia y Antonio estaban “flechados” para toda la vida.
Se recibieron en la misma semana. Él de médico un día lunes, ella de farmacéutica el día viernes. Juntos hicieron el juramento ante del decanato de la universidad rosarina. “Juramento hipocrático, no hipócrita”, remarcaba siempre. Se unieron en matrimonio en 1958 y se vinieron a Pehuajó. Aquí desarrollaron su vida profesional y comunitaria con matices y sentimientos muy especiales.
Elfia afirmaba que “la gente de Pehuajó fue muy amable, me recibió muy bien. Trabajé en la farmacia y la gente se divertía. Nunca hice un negocio de la farmacia, lógicamente cobraba pero el que podía pagaba y el que no, me pagaba como podía. Pero nunca le negué un medicamento a nadie”. Antonio, como los doctores Rocha y Ananía, pasaba sobre un enfermo delicado “la noche entera esperando y ver cómo evolucionaba”. Y además, “nunca le preguntaba a un paciente si me iba a pagar o no, yo atendía igual desde el presidente hasta el más humilde”. Su nombre lo perpetúa la sala de primeros auxilios de Nueva Plata.
Ojalá sus acciones perduran y sirvan de ejemplo para las actuales y futuras generaciones. Vivieron y amaron la vida. Como todo el mundo, superando obstáculos y dificultades, pero siempre unidos. Si hasta Dios quiso llevarlos a su lado, con pocos días diferencia, él un miércoles y ella el martes siguiente.
Mirémonos en estos espejos y hagamos que sus enseñanzas sean imitadas.
Elfia y Antonio, gracias por todo. Que en paz descansen.
Extractos de algunos de los comentarios emitidos por los lectores de Mirá, en mayo del año pasado, cuando realizamos un homenaje a la recordada pareja que dejó entrañables recuerdos en innumerables familias pehuajenses.
Mónica Almirón: (...) Nuestro médico familiar, una maravilla, mis hijos le revolvían todo el consultorio y él les decía ‘cartuchitos rajen de acá o los mato a palos’ y se le mataban de risa. Un genio el doctorcito. Es verdad, si no teníamos para él era igual, ‘otro día tendrás’, decía, y tan buena onda tenía y también decía malas palabras. Nos hacía reir tanto con sus salidas…
Margarita Parra: Qué ejemplo de persona, Dr. Cipolla. El médico de los pobres, el que no le importó nunca si tenías mutual o podías pagarle, el que te daba las muestras gratis, el que te alentaba cuando ibas deprimida a consultarlo, el que siempre tenía un chiste, el que tenía caramelos para los niños. Sí, señores, el médico de los más humildes. Fue, es y será un grande. Su esposa, sin palabras. Señora con mayúscula. Son un ejemplo para la sociedad en que vivimos. (...)