Quisimos homenajear al tango en su día. Y se nos ocurrió hacer tapa a Adriana Ongaro, la rubia tanguera pehuajense, que en forma ininterrumpida sigue cosechando halagos. Hilda López (“Bochy Lo”), excelente fotógrafa se sumó a la idea y las dos generaron una atractiva producción.
Compartimos algunas de las imágenes logradas en una antigua y bella casa del centro de la ciudad. Y como corolario, impresiones que reflejan el particular sentimiento de la Ongaro.
“Empecé a cantar porque estaba triste y para que el nombre de mi Padre no se olvide”, dice Adriana Ongaro y añade “Transforme el tango en mi amor y ocupé todos los rincones de mi alma maltrecha con él, con su historia, con su poesía… Esto sí, fue desde siempre desde el día en que nací que el tango se metió en mi piel, después tuve la suerte y la osadía de poder interpretarlo con el alma, con las tripas”.
Y la rubia tanguera es directa, espontánea, puro tango sin duda. “No hay sonido más bonito para un artista que un fuerte y abrazado aplauso. Es la paga más hermosa que te pueden dar, el trofeo más cálido que te puedas llevar. Busque el afecto que me hizo tanta falta en la caricia de la gente y creo que me lo dieron”, afirma y las lágrimas invaden sus mejillas.
Y no es para menos, además lavarse por dentro hace bien. “Porque mi historia no resuelta la suavizo canturreando un tango. Todo es por gusto, no me niego ni me negaré jamás a subir a un escenario a cantar unos tangos, es la única manera que tengo de expresarme, por eso elijo esa música y me encerré allí, lo siento mío”.
Piensa, esquiva la emoción y añade: “El tango dice tantas cosas bellas… Y aunque el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guarda escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón”.
Y finalmente acota: “Me encanta cantar en todos lados, canté en ciudades importantes, gané el premio de Barlovento, pero es en mi Pehuajó querido donde están mis amores, mis queridos recuerdos”.
