Por Esther Bombino de Olave - Tercer premio en narrativa del concurso regional literario “Historias de mi Pago”, organizado por el Círculo de Escritores de Pehuajó en adhesión al 132º aniversario de nuestra ciudad.
Allá por la década del cuarenta se hablaba mucho del «perro gente»; los habitantes del lugar estaban convulsionados debido a los comentarios de quienes habían sido visitados por el extraño personaje o monstruo que según ellos además de asustarlos con los fantasmagóricos ruidos provenientes de las tinieblas, les faltaban aves, lechones, corderos y todo lo que se podía llevar de las quintas que rodeaban al pequeño poblado, pero nadie lo había visto, por ende no se sabía nada sobre el misterioso visitante.
Esa noche María estaba sola con los chicos y fueron a acompañarla sus jóvenes cuñados Cholo y Teresita; estaban muy concentrados escuchando los relatos de «Las mil y una noches» que les narraba María cuando el perro comenzó a ladrar y atropellar a algo o alguien, de pronto escuchan un gran ruido de chapas proveniente del gallinero, no se veía nada en medio de la noche tormentosa y oscura ya que en esos años se carecía de electricidad en el pueblo.
Todos quedaron paralizados de terror pero en un momento dado, Cholo con mucho coraje abrió la ventana del rancho al tiempo que gritaba: «¡El perro gente, muchachos»! como dando a entender que no estaban solos al tiempo que disparaba un tiro del rifle de aire comprimido, al aire. Se escucha un grito desgarrador de alguien que, intentando huir, quedó atrapado entre las púas del alambrado que cercaba la casa, rompiéndose la ropa y desgarrándose la piel. En ese momento llegaron los vecinos atraídos por el tiro y así pudieron atrapar al adolescente travieso que se divertía asustando a sus convecinos, pero no tenía nada que ver con los hurtos porque era Marcelo, el hijo del médico al que adoraban como a un Dios y el chico tenía excelente conducta; la penitencia se la daría el padre.
Es una travesura de chico -comentaban todos- y algún «vivo» adulto se lleva nuestras cosas.
Pasaron varios años de esta historia siempre acordándose todos de la travesura y nuevamente comenzaron los rumores que andaba esta vez un «chancho gente» llevándose animales, frutas, verduras y todo lo que encontraba a su paso y que esto sucedía cada veinte días o un mes a más tardar pero nadie lo veía, se escuchaban ruidos en la noche, perros que ladraban, etc. Y todos preguntándose «¿Quién será?» Marcelo no, porque se había ido a estudiar a la capital.
Una noche se festejaba el cumpleaños de don Marino y estaba todo el pueblo invitado. La fiesta era en el salón de bailes «Pro Fomento» y en lo mejor de la velada se siente mal la esposa del agasajado y se retiran más temprano acompañados por el médico y en el camino se cruzan con el extraño personaje portando una bolsa con gallinas y otra llena de chorizos.
El ladrón era un forastero que hacía poco vivía en un campo vecino y se cubría con una capa de piel. Lo detuvieron y pasó varios años en la cárcel. Así terminó esta historia de perros y chanchos gente.