Sencillo, humilde. Inteligente, docente de alma y según sus propias palabras “un aficionado a las letras”. Amó la tarea docente y encontró en la literatura un canal de expresión para transmitir vivencias y sentimientos. Ya en las clásicas composiciones de la escuela primaria se evidenciaban sus condiciones. Vivió en la escuela 34, cuyo terreno fue donado por su padre. Hizo una experiencia notable en una escuela rural de Henderson y fue profesor en varias escuelas pehuajenses. Horacio Roger (82) es el elegido para tributar homenaje al Día del Escritor.
En su casa, de la avenida Balcarce, nos recibió Horacio Roger. En su ámbito de trabajo, de lectura y de reflexión cotidiana, relató el tiempo vivido, pleno de matices, esfuerzos y sacrificios. Nuestro objetivo era conocer al escritor, rol que ha marchado pegado a su condición de maestro y profesor, por lo cual es imposible separarlo, conviven juntos.
“Nací en Pehuajó, en la quinta número 110, en el cardinal este del mapa original. Mi papá era catalán y se vino a la Argentina con su padre, porque la madre murió de tifus en Barcelona, y entonces se radicaron acá. Mi papá, Francisco Roger, se casó con una mujer de un campo de Nueva Plata, de apellido Maisonave. Él era aficionado de escribir notas en el diario “El Pueblo” que dirigía don Antonio Senini sobre cuestiones rurales, del campo, de la agricultura, de la tierra, del problema de los colonos. Y después se le dio por incursionar en otros órdenes, históricos, por ejemplo. Me acuerdo que escribió para el Diario Noticias, allá por 1955/56, con motivo de la campaña del Desierto”, relata Horacio poniendo en evidencia la connotación familiar a sus inclinaciones literarias. Lo reconoce y lo remarca: “yo he querido zafar de esa determinación familiar pero se ve que no he podido”.
Horacio recuerda que su padre “hizo una cosa muy interesante que lo han utilizado algunos estudiosos de acá de Pehuajó. Escribió una reminiscencia de cuando tenía dieciséis años en el año 1900. El título era ‘Breve reseña del panorama general y semblanza de Pehuajó a fines del siglo pasado y principios del actual’. Cuando escribió esto tenía alrededor de setenta años”.
Si bien desarrolló intensa actividad docente en distintos niveles educativos, Horacio siempre sintió atracción por escribir. “Ya cuando iba a la escuela primaria –rememora– nos daban las famosas composiciones, como la primavera, la vaca, etc., etc., y siempre terminábamos primero Roberto Rossi, el director del Diario Noticias, y yo. Y al verlo a mi papá escribir y una serie de cosas más…”.
Las letras fueron dominantes en todo momento, pero sin desatender sus obligaciones áulicas y mucho menos incrementar su capacitación. “Siempre me interesó la literatura y leía en el poco tiempo que tenía, sobre todo cuentos, narraciones cortas, no así las novelas. Leía Horacio Quiroga, Esteban Echeverría, Borges con sus cuentos de malevos que eran cosas que me atraían mucho junto con Bioy Casares. Después otro escritor que me impresionó mucho fue Abelardo Castillo, que tenía unos cuentos extraordinarios”.
Sus convicciones y su claro sentido de responsabilidad, han sido una constante en su vida. “Después de tanto ponerme a escribir, –sostiene– traté de enriquecer mi vocabulario porque me daba cuenta que necesitaba tener más medios de expresión, porque he sido partidario de que no hay que repetir, hay que renovar constantemente, y era la única manera de atrapar al lector”.
La producción literaria de Roger se centraliza en relatos y cuentos, muchos de ellos reflejos de vivencias personales y de terceros. El autor considera que “el objetivo de uno está en el lector, más que nada” y con referencia al género que más ha cultivado, sostiene: “al cuento lo planteo como se hacía anteriormente: una introducción, con el espacio, el tiempo, los personajes; un nudo, una trama, un conflicto, y manteniendo lo más oculto posible el desenlace, para que sea lo más imprevisto posible. Y llegar a un desenlace, pero que sea lógico, pero que a veces sea removedor de aquel que lo lee o de lo que está esperando”.
Las creaciones realizadas por el escritor han intervenido en diversos eventos culturales. Al respecto, Roger explica: “he participado de concursos literarios. En ‘Junín País’, que es muy importante, obtuve tres menciones de honor. También estoy participando en la ‘Pluma de Plata’ y he cosechado modestos títulos. Como también en concursos organizados por la Dirección de Cultura, junto al Grupo Acuarela”.
En cada frase, en cada acotación, y en todos los detalles, prolifera su manera de ser y sentir. “No me considero un gran escritor, soy un modesto escritor. Y ni escritor tampoco, un aficionado a las letras”. Así de simple, de sencillo. Su nivel intelectual queda demostrado al leer sus trabajos.
Los cuentos de Roger tienen un sabor muy especial, reviven hechos y episodios vinculados con la vida en el interior y de manera muy particular con los ámbitos rurales, tan caros a los sentimientos de quienes habitan y habitaron estos solares de la pampa húmeda. Leer los trabajos de Horacio Roger es enriquecer conocimientos sobre valores y costumbres lugareñas, y sin duda alguna, una buena inversión para el alma.
Egresados de la Escuela Normal año 1948, sentado -segundo de la izquierda- Horacio Roger. |
Horacio Roger cuenta con una destacada trayectoria como docente. Egresó en la Escuela Normal en 1948. “Al finalizar la escuela, ya me destinaban para un banco o para una casa de comercio de comercio importante, seguros o ferias que estaban con mucho auge. Cuando terminé no tenía trabajo y mi papá había donado el terreno donde está la Escuela 34. Nosotros vivíamos ahí anteriormente. Y era director de la escuela el señor Augusto Riscino, quien me dijo cuando estaban haciendo la escuela, como agradecimiento, que cuando me reciba, si no tenía trabajo que lo viera. Y dio la casualidad que él fue designado director administrativo, era una cosa rara, no era ni Consejo Escolar ni Inspección de Enseñanza, pero administraba los asuntos educativos. Fui y me dijo que tenían una escuela que estaba cerrada porque no tenía maestro. “¿No te interesa?”, me preguntó. Y yo no tenía nada que hacer y acepté”.
LA ESCUELA DE LA COLONIA “EL MORO”
Era un establecimiento educativo, ubicado en el camino de Henderson a Bolívar, casi llegando a tierras bolivarenses. Roger transitó allí su primera experiencia como docente. “Lo que no me dijeron es que en la escuela Nº 37 había más de 50 alumnos y que estaban en dos aulas distintas porque no cabían todos juntos. Se me presentaron muchos problemas y yo sin conocer el famoso método Lancasteriano, que lo habían copiado de los hindúes, un maestro enseñaba a los alumnos más aventajados y estos iban, y enseñaban a su vez a otros alumnos, entonces con pocos alumnos cubrían muchos”.
Eso fue lo que hizo Roger. “Eran todos chicos de 17 años, todos colonos, que iban a la escuela de la colonia “El Moro”. Pedí otro maestro y no me mandaron, y como pude estuve un año más. Los vecinos exigieron para que me designaran. Yo no sabía qué hacer. Pero no pude resistirme y me designaron director de la escuela. Y ya me atraparon para toda la vida, estuve siete años. Primero íbamos de una chacra cercana hasta la escuela, después, íbamos desde Henderson a la escuela, una legua y media de distancia”.
Y DEL AULA A LAS OFICINAS
Horacio, sin dejar de valorar aquella sacrificada experiencia en escuela rural, asumió un nuevo desafío: “y por esos cosas que uno nunca se puede explicar, decimos el destino o no sé que cosa; de pronto, un Inspector que estaba acá en Pehuajó me mandó a llamar para que vaya a la inspección de Pehuajó como auxiliar técnico, pero aclaró “no va a cobrar más que un maestro y va tener que cumplir seis horas diarias de tarea y va a tener un mes de vacaciones y no tres. Entonces le dije que no.
Y después empecé a pensar y volví como al mes, pedí entrevistarme y le dije que me había arrepentido. Todavía no habían puesto a nadie, y en el mes de junio, estaba trabajando de auxiliar técnico. No sabía qué era eso, tenía miedo que fueran planillas porque habían juntado la Inspección de Enseñanza con el Consejo Escolar. Cuando no estaba el Inspector yo era el jefe, tenía 25 años en ese momento”.
De inmediato, añade: “resulta que luego salió un Estatuto del Docente creando el cargo de Secretario de Inspección que estaba por encima del Director de Primera Categoría, por ejemplo de la Escuela Sarmiento. Y entonces me nombraron y estuve diez años como Secretario de Inspección. Después me pasaron a la Jefatura de Zona y estuve otros diez años. Todo esto en enseñanza primaria”.
LA ÚLTIMA ETAPA: EL ROL DE PROFESOR
Mientras cumplía sus tareas administrativas, Pehuajó consiguió implementar la oferta educativa y consigo, la apertura de formación de profesores. Horacio recuerda que se inscribió en el profesorado de Filosofía y Pedagogía, “y con mucho sacrificio, en cinco años, me gradué y eso me abrió las puertas en la enseñanza media, en la superior, y no me arrepentí nunca”.
Serán muchos los pehuajense que guardan en sus retinas al Roger profesor. El pehuajense dictó clases en “la Escuela Técnica en la parte de Cultura General, durante veinte años”. Después formó parte del Instituto Nacional de Enseñanza Superior ‘Rafael Hernández’ de Pehuajó, donde lo designaron profesor en el mismo profesorado donde había egresado. También fue docente en la Escuela Normal, por entonces ‘Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas “Rómulo Naón”: “ahí trabajé en la carrera del profesorado de Enseñanza Primaria, dictando materias pedagógicas, como Política Educacional, Pedagogía; y en el Instituto variaba, daba Introducción a la Filosofía, Historia de la Educación Argentina y América”.
PING PONG
¿Un recuerdo?: “De mis padres que tanto velaron por mí”.
¿Un deseo?: “Que todos contemos con bienestar material y espiritual”.
¿Una gratitud?: “Hacia mis maestras y profesores”.
¿Una esperanza?: “Que triunfe la concordia en este mundo agitado”.
¿Un rencor?: “No ha visitado nunca mis playas”.
¿Una alegría?: “Cuando nacieron mis hijos”.
¿Un placer?: “La lectura”.
¿Un libro?: “San Martín vivo (J. L. Busaniche)”
¿Un escritor?: “Gabriel García Márquez”.
¿Una frustración?: “Mi renuncia a la dirección de la Escuela Técnica Nº 1, por motivos de salud”.
¿Un filósofo?: “Immanuel Kant”.
¿Pehuajó?: “Un referente hasta el final de mis días”.
¿La escuela Roger?: “El niño feliz que cursó los primeros grados”.
¿La escuela de “El Moro”?: “Un aluvión de gratos recuerdos”.
¿La “Normal” de Pehuajó?: “Epicentro de mi formación intelectual”.
¿La Escuela Técnica?: “Una contribución a la Argentina industrial”.
¿José Hernández?: “El poeta que bregó desde su arte para que se dignificara la existencia del gaucho”.
¿Jorge Luis Borges?: “Escritor inimitable”.
¿Horacio Roger?: “Un enigma para sí”.
“Una persona íntegra”
Guillermo y Daniel Roger, son los hijos de Horacio. Desde la ausencia de su madre, fortalecieron aún más el vínculo. Están permanentemente a su lado. Ellos adhieren al homenaje. Sus palabras simples, contundentes, lo dicen todo:Guillermo: “Es una persona íntegra, docente de alma, que ha vivido situaciones familiares muy difíciles y nos ha criado con todo su amor”.
Daniel: “Es el mejor papá del mundo”.