¿Quién durante el ajetreado año de trabajo y/o estudio no desea que lleguen por fin las vacaciones? Pero, paradójicamente, cuando el ansiado momento arriba, no sabemos qué hacer de nuestro tiempo libre.
Las vacaciones, lejos de significar “no hacer nada”, son una especie de paréntesis de la cotidianeidad y de la rutina. Y, si ahondamos un poco más, pueden también significar un reencuentro. ¿Reencuentro con quién o con qué? Pues con uno mismo y con los demás, en tanto la disponibilidad de tiempo libre permite ese acercamiento.
En este doble reencuentro, la música puede hallar también su lugar. ¿Cuánto hace que no dedicamos un rato a escuchar esos temas que hicieron historia en nosotros, esas canciones que, al escucharlas, traen a nuestra mente recuerdos invalorables? ¿Cuándo fue la última vez que nos pusimos a cantar canciones con nuestros hijos?
Estas vacaciones, dediquemos un tiempo a rescatar del cajón del olvido la música que solíamos escuchar años atrás. Desempolvemos discos viejos, o, para los más modernos, busquemos en la inagotable internet. Sea cual sea la forma, el resultado va a ser el mismo: una lluvia de recuerdos, fragmentos de nuestra historia personal que reviven; en fin, un reencuentro con uno mismo.
Más aún, ¿por qué no hacerles escuchar a nuestros hijos esas queridas canciones? Podríamos enseñárselas, y cantarlas junto a ellos. Podríamos también dejar que ellos nos enseñen las canciones que les gustan, ¿por qué no?
Hagámosle entonces un lugarcito a la música en nuestras vacaciones, dejemos que se convierta en medio del necesario reencuentro con nosotros mismos, y también con nuestros seres queridos.
Colaboración: Prof. Ariadna Cinel y Carlos Otero