El Club San Martín cumplió años (83, el 29 de marzo) y quisimos referenciar el aniversario con una de las hinchas fanáticas de “los rojos del parque”, Norma Pereyra de Ferreira (60), esposa de Osvaldo “Chato” Ferreira (65), una de las figuras destacadas en el historial futbolístico de la entidad, cuya pasión heredaron sus hijos, Carlos (también apodado “El Chato” o “El Chatito” y Osvaldo, conocido como “Baldi”.
Norma conserva en su casa, recuerdos fotográficos de todas las épocas y recortes periodísticos que reflejan su amor por la divisa y la trayectoria de su esposo e hijos. El rojo y verde son el ornamento dominante y en el ambiente se respira fútbol, se percibe –como decía Diego Lucero- ruido de pelota.
“Siempre fui hincha de San Martín porque cuando me casé, mi marido jugaba ahí. Y después comenzaron a jugar mis hijos”, señala Norma y recuerda que se casó en el año 1970 llegando a los 42 años de matrimonio.
“Recién me había casado con él (con Osvaldo Ferreira) e íbamos a la cancha y estaba mi suegra, Dominga Galván, que era muy hincha. A mí me daba vergüenza cuando gritaban, entonces me escondía. Pero con el tiempo, esto es como todo. Me acostumbre y si había alguna peleíta siempre estaba presente. Mi marido siempre me retaba para que no gritara porque le hacía pasar vergüenza”, palabras de Norma que eximen de mayores comentarios, porque se evidencia esa pasión de hincha fanática que cuando llega a la cancha se transforma y transpira la camiseta desde el tablón.
Los recuerdos aparecen en la charla y Norma revive momentos y episodios de distintas épocas. “Tuve varios encontronazos porque a mí no me gusta cuando putean fuerte”, remarca y añade “porque uno tolera todo pero cuando ofenden es otra cosa”.
Reconoce que en la actualidad ya no es la misma persona. Considera que mirando fútbol y con los años ha cambiado, pero en su interior esa pasión sigue intacta. Evoca los primeros tiempos en las canchas y acota: “Primero a mí nadie me conocía como mamá. Era todo para con el Chato. Y después con el tiempo, ya me fueron conociendo”. Sigue yendo a ver los partidos, junto con su hija y se siente realmente “muy contenta” con su rol de hincha fanática, esposa primero y madre después de los “Ferreira” que dieron brillo y esplendor luciendo la camiseta de San Martín, fundamentalmente, si bien jugaron temporariamente en otros clubes. La sangre de la familia Ferreira, además del rojo tiene también tintes de verde.
Y la dinastía se habrá de prolongar, porque ya un nietito, un “chatito” que juega en las inferiores de San Martín.
“Con mi marido nos peleamos en la cancha. Porque él no es de gritar”, rememora Norma entre otros recuerdos y revela “Mis hijos hablan de fútbol más conmigo que con el padre” y volviendo a su pasión por los rojos del parque, señala:
“Con San Martín, hemos viajado a todos lados. Cuando mis hijos eran chiquitos alquilábamos una traffic y nos íbamos siempre. Tanto el “Carli” como el “Baldi”, nos han dado muchísimas alegrías en el fútbol. Ellos siempre preguntaban si iba a ir a la cancha. Me acuerdo que una vez estuve internada por un problemita en el corazón y primero no dejaban que fuera por los nervios pero les decía que no tengan miedo. Así que cuando salí de eso, seguí acompañándolos”.
Y seguramente, Norma seguirá firme en las canchas dando riendas sueltas a sus sentimientos. Dios, le conferirá muchas alegrías y aunque los almanaques vayan pasando, el aliento por San Martín, el “Chato” y los “Chatitos” seguirán intactos en su corazón.
“ME ENCANTA VER CUALQUIER EQUIPO PERO MI CORAZÓN ES ROJO Y VERDE”
Y si bien nuestra intención era rendir homenaje a Norma, es imposible dejar de lado al “Chato”, que compartió el encuentro en su casa del barrio Villa Angela. Osvaldo Ferreira, con una historia de vida que emociona.
¿Por qué “Chato”?, es la pregunta obligada. Y la respuesta, no se hace rogar:
“Yo era de Trenque Lauquen y vine a Pehuajó a los nueve años. Me crié sin padre y sin madre. Nunca fui a la escuela. A los 10 años, andaba detrás de las vacas, arreando.
En Trenque Lauquen, andaba una persona vendiendo helados. Y yo andaba en patas y con un sombrero de paja grandote, tocando timbre por las casas a ver si la gente quería helado. Entonces a la nochecita llegaba muerto a mi casa y me daban unas monedas y un poco de helado para mis hermanas. Todos me gritaban “ahí viene el Chato, ahí viene el Chato” y de ahí me quedó el apodo.
Apodo que heredó su hijo mayor, que por estos días asumió como técnico de San Martín, otra faceta para el aliento de sus padres. A propósito de sus hijos, nos dijo:
“Carlitos empezó por la gran calidad que tenía. Después de José Lamanna, no hubo ni hay en Pehuajó, un cinco como el Chato. José era mejor porque cuando tenía que pegar, pegaba. En cambio, el Chato venía llorando, hasta que aprendió a utilizar el cuerpo para no recibir tantos golpes. Por otro lado, el Baldi es muy buen jugador pero se le sale la cadena”.
Resignado recuerda: “A él (por Carlitos) lo llamaron para Independiente, Racing, Ferro, Newell’s, pero no lo pude llevar a ningún lado por una cuestión económica. Con la calidad que tenía podía jugar en cualquier club de Buenos Aires. Es un chico que no tenía vicios. No fumaba, no tomaba, tenía todas las ventajas”.
Un gusto muy especial charlar con “el Chato” Ferreira, actualmente empleado municipal que ya piensa en la jubilación. Muy feliz por los logros alcanzados en una vida de lucha y sacrificios. Dispuesto a extender una mano a quien la necesite, como por ejemplo en el CPA (Centro Preventivo de Adicciones) donde se acerca para brindar su ayuda.
Y para terminar la entrevista, la foto de Norma y Osvaldo, juntos hace 42 años. Y es “el Chato” quien cierra el encuentro, diciendo: “Recién ahora vamos juntos a la cancha, porque antes ella iba sola y yo por otro lado. Me encanta el fútbol. Me gusta con locura. Me encanta ver cualquier equipo pero mi corazón es rojo y verde”.