“El hombre, hasta el más soberbio,
con más espinas que un tala,
Aflueja andando en la mala,
Y es blando como manteca.
HASTA LA HACIENDA BAGUALA
CAI AL JAGUEL EN LA SECA”
Hay hacienda mansa y hay hacienda “baguala”. Esta se distingue por su fiereza, suele también andar en manada, pero es arisca. El jagüel es una especie de pozo o pequeña represa de agua, donde los animales acostumbran a saciar la sed.
La hacienda baguala se las rebusca sola, pero cuando la seca se hace sentir y se agotan los bañados, “cáin al jagüel” de la hacienda mansa.
En la filosofía del refrán, además de animales baguales, también existen hombres que en la vida se comportan como perfectos baguales.
El hombre bagual tiene estas características: cree bastarse a si mismo y no cree ser menesteroso de nada y de nadie.
A este tipo de cristianos, le sale al encuentro también aquel dicho: “ya te veré llegar a mi rancho con el caballo cansado”.
El hombre, hasta el más soberbio, suele “cáir al jagüel” porque la seca, algún día también le alcanza, como a la hacienda baguala. El nervio del refrán, está justamente en esta palabra: la seca.
Para el hombre la seca siempre es alguna necesidad, que puede surgir acaso, inesperadamente, o puede ser el producto de una serie de problemas existenciales. Cuando en la vida se cierran todos los caminos, llega un momento en el que, hasta el más bagual se detiene, agacha la cabeza y finalmente “cái al jagüel”.
Quien nunca quiso tender la mano a nadie en las malas, o muere solo o “cái al jagüel” para abrevar sus necesidades. El refrán tiene una exquisita sabiduría. Las grandes personalidades no levantan su pedestal sobre la soberbia, sino sobre la sencillez y la humildad.
Quizás nunca lleguemos a borrar las clases sociales, pero en la seca todos aprendemos a llamarnos hermanos.
(Del “refranero del Martín Fierro”, José Marcón)