Hace algunos años “revolucionó” la ciudad con sus ocurrencias. Se daba el gusto de sorprendernos gratamente en una esquina cualquiera. Era el personaje obligado en los cumpleaños. Después fue atracción en espectáculos pensados para los niños y la familia. Se dio el gusto de festejar su cumpleaños en el teatro del parque y juntó siete mil almas. Ayudó a instituciones y extendió su mano a quien requería su aporte para generar una sonrisa.
Hoy, con menos frecuencia, porque las exigencias de la vida son otras, sigue vigente y exhibe sus creaciones en distintos lugares del país. Junto a su valija, sus muñecos compinches y de la mano de “Yoli”, la llamita que reemplazó a Luchi que lo acompañó en los primeros tiempos. Pero la familia de llamas creció, hoy tiene 37 y todas identificadas con su nombre.
Como para recargar las pilas al comenzar un nuevo año, gozamos un largo encuentro con el payaso. El mismo Santiago de hace 16 años, si bien dice que “ya está hecho”, florecen de sus gestos esas lindas sensaciones y hermosas locuras que solo los payasos pueden generar, aportando esa dosis de ternura que cada día más falta nos hace.
La charla fue larga, jugosa y sentimental. Entre tantas cosas, Santiago cuenta que “todos me preguntan por qué se me ocurrió ser payaso. Y yo siempre respondo que no me hubiese gustado ser funebrero. Son dos trabajos necesarios pero a mí me gustó este”.
“Se me ocurrió ser payaso porque se dieron las circunstancias y empecé a tomar la píldora que es necesaria para que vos te subas a un escenario y haya 5 mil personas y no te tiemble el pulso, que es cuando vos empezás a recibir el cariño de la gente y sobre todo cuando ves que esa gente está entendiendo lo que vos le estás diciendo”, comentó Santiago.
Además, refleja su alegría cuando finalizan sus shows. Nos deja en claro que el cariño de su público es gratificante: “cuando te bajás del escenario, te quedás diez minutos sacándote fotos o por ahí viene un nene a darte un beso, y con eso vos generás una cosa adictiva porque a uno le gusta hacer eso”.
“El asunto no es llegar muy lejos sino seguir y mantenerse. Trato de tener una periodicidad bastante linda por eso tenés que estar en todo: armo el espectáculo, hago los contactos, armo la rutina. Por supuesto en cosas que no sé no puedo estar, como por ejemplo el tema de la música, pero sí escribo las letras”, contó.
LOS INICIOS DE PAYASO
“Recuerdo perfectamente el comienzo de la historia. Empezó después de un programa de radio en FM Amanecer, en Mitre y Artigas, en el cual hice un montón de cosas raras, la gente iba a tocar bocinas. Y ahí me empecé a disfrazar, porque tenía que cautivar la atención de la gente. Regalábamos media docena de facturas, dos huevos, dos naranjas”, relató.
El programa terminó en febrero, y en agosto de ese año, recibió un llamado del gerente de la tienda Galver, quien le propuso repartir globos. Este fue el empujoncito que faltaba en su vida de payaso. “Hay una historia muy cómica. Trabajaba en una casa de artículos del hogar y tenía que repartir los globos en el mismo horario y entonces me mandé a hacer un traje enterizo y usaba una horrible y espantosa careta de goma porque no podían verme repartiendo los globos. Esa fue la primera vez que me puse un traje de payaso y que me enfrente al público en pleno centro de la ciudad”, contó Santiago.
Con dureza, y al mismo tiempo agradecido, el Payaso se dirige hacia su primera careta. “La careta no tenía expresión, era de goma, y cuando el chico te daba un beso, lo hacía sobre la goma. Esto fue bueno porque me ayudo a generar un diálogo verbal y tener un tono de voz con los chicos que tenía que atraparlos porque con la careta los espantaba. Al ser la careta fea, lo demás tenía que ser brillante”, explicó.
Luego de superar el inconveniente con su vestimenta, el Payaso evolucionó. “Me saqué la careta y hoy por hoy, utilizó solamente una nariz. No me pinto y todo se lo atribuyo a la careta fea. Porque si vos te pintás mucho el personaje a veces asusta a los chicos, sobre todo a los más chiquititos, entonces me saco el gorro y soy igual que sus papás”, afirmó.
LA EVOLUCIÓN DEL PAYASO SANTIAGO
Empezó repartiendo globos para el Día del Niño. Más adelante, comenzó sus recorridas por los cumpleaños para luego brillar ante una multitud. “Pasé de estar en un garaje con diez chiquitos a de repente estar en el parque San Martín con tres mil personas. Encima había que tener una estructura porque a veces iba a los cumpleaños solamente con la gallina Turuleca, y después te tenés que ir armando de municiones, tenés que ir creando algún tema propio y saber apuntar a qué tema dejarle a los chicos”, explicó.
Y agregó: “siempre que el público es una masa, harina y agua, y con la masa después podés hacer un mignon, un flauta, una torta negra… entonces vos podés dejarle algo al público”.
Al narrar su preparación para los shows, Santiago confesó: “no ensayo mucho. Escucho música y me proyecto en el espectáculo que voy a tener y veo qué le puedo dejar a la gente, qué mensaje podemos dar. Por ejemplo, a la gira que hago siempre les pongo un nombre en el cual trato de transmitir algo. Hemos hecho alguna girita que tenía que ver con la vida, dejando un mensaje propiciando la vida. Tampoco el espectáculo se tiene que basar sólo en el mensaje porque sino se parece a una clase de matemáticas. Voy cantando, jugando y en la medida que se puede, envío los mensajes”.
A su trabajo lo disfruta. Tal es así que rompe las reglas del espectáculo programado y permanece en el escenario varios minutos de más. “Trato de que el show rinda pero si a su vez hay quedarse un rato más mucho mejor. Muchas veces en este ambiente tenés que tratar de ser justo. Lo bueno si es breve, es dos veces bueno. Pero a veces a esto no lo cumplo y hago el show un poquito más largo y arriesgo que la calidad baje un poco porque la gente tiene su período de atención”, aseguró.
“Me encantaría hacer un show en Pehuajó y que puedan ir todos”
Lejos quedó el último espectáculo en nuestra ciudad. Ya pasaron cinco años y existe una generación de chicos que no lo conocen. “Los pibes que tienen cinco o seis añitos no lo conocen al Payaso Santiago. Hay chicos que les he festejado el cumpleaños que se han casado y por ahí ya tienen hijos”, comentó.
“Después de dedicarme a lo solidario, me enfoqué a trabajar sobre el contenido del espectáculo. Después me casé y me di el lujo de invitar a todos los pibes a los que les había festejado el cumpleaños. Siempre dije que me gustaría que mis hijos me vieran haciendo esto. Y ahora, mis hijas, Gloria, de cinco años, y Fátima que tiene dos y medio, me acompañan a los espectáculos y obviamente, las invito al escenario y a veces cantan conmigo. Me doy ese lujo y puedo lograr que ellas vean y conozcan al payaso”, explicó Santiago.
“Ya estoy hecho. Me gustaría que el payaso dure dos o tres años más. Ojalá sean más. Llevó dieciséis, me puse el traje por primera vez en el 95. Ahora no puedo programar a mis hijas pero quisiera que alguna se prenda y me acompañe en esto”, concluyó el Payaso.
A MODO DE REFLEXIÓN
“Creo que tenemos que mirar un poco más lo que estamos haciendo en cada día y no proyectar muy lejos, porque es un ratito la vida. La vida es ir dejando cartitas escondidas en mojones del camino y que las encuentre el que viene detrás para que no cometa los mismos errores que uno”.
“El primer artífice de todo es Dios, siempre nos ayudó Dios. Él nos pone la gente, nos da las ideas”, sostiene con firmeza y convicción el inquieto payaso Santiago.