Santiago, como payaso, durante una época visitaba todos los sábados el hospital de Pehuajó. Lo hacía junto a Genaro, uno de los personajes del show. Y de esas visitas solidarias, conserva numerosos y hermosos recuerdos. Pero hay una anécdota que nos impactó y nos place compartida con los lectores de Mirá:
“Tengo una caricatura que está en mi camioneta, en Internet, está en todos lados y me la hizo una pehuajense, la dibujante Claudia Vacas. Una vez fui al hospital y encontré en una habitación a una viejita. Era la mamá de Claudia que estaba muy enferma. Le decían “la Ñata Vacas””, contó Santiago.
El Payaso aseguró que “cuando entraba a su habitación, siempre le decía: ‘¡Atención! ¿Acá está el dolor?’”. “Imagínate la persona que no me conocía decía ‘tipo está loco’. Yo entraba buscando si estaba el dolor porque lo quería agarrar. ‘¿Dónde estás que te quiero sacar de acá dolor?’, le decía. Y la viejita se mataba de la risa. Así me hice amigo de ella”, relató aquel momento solidario en el hospital.
“Un sábado le conté que tenía una llamita que se llamaba Luchi y que daba besos. Y un día llego y me dice ‘te tengo que pedir un favor, payasito. Quiero conocer a Luchi.’ ¿Cómo hacía para llevar la llama al hospital?. Entonces un día le dije a Patricia, la enfermera, ‘vamos a hacer una cosa, voy a venir con la llama’. ‘Pero estás loco’, me dijo. ‘No. Voy a darle una alegría a esta viejita’, le dije. Entonces fui, entré por una entrada lateral y sólo fui a la habitación de la Ñata”, explicó.
Y agregó: “Llegué con Luchi, golpeé la puerta y aún no olvido la cara de esa viejita. Largué a la llama dentro de la habitación y como si supiera, fue derechito a la cama y le dio un beso a Ñata. La viejita estiró los brazos como pudo y le dio un abrazo al cogote de la llama y le dijo: ‘¡Luchi cuánto yo te esperaba!’. Pasaron dos minutos y me fui rápido antes de que me descubran”.
Pasó el tiempo y Santiago se enteró que “la Ñata” había fallecido. “Le había dejado una foto mía y un día en el mercadito de enfrente de mi casa viene un tipo y me dice que una foto mía estaba en el cementerio. No lo podía creer pero era cierto. Había una caricatura mía. La hija, Claudia Vacas, en agradecimiento le había puesto mi imagen a la tumba de la mamá”, finalizó Rancieri.
Los ojos de Santiago, al terminar el relato, aumentan su brillo. Los nuestros también. La entrevista terminó. Nuestro corazón regocijante de emoción late con más intensidad en el caluroso anochecer de enero. Y el ángel del Payaso nos invade de nuevo y evita el gozoso llanto de placer.